De las pretensiones estadounidenses
en México durante el siglo XIX
Yolanda Elia Barrios Rivera
Desde publicaciones anteriores
hemos mencionado que el panorama del México pos independiente no es el más favorecedor,
si bien sabemos existían constantes pugnas sobre el proyecto político que debía
regir nuestro país; así monarquistas, republicanos se disputaban las riendas y el
control para legitimar su poder en el México decimonónico.
Sin embargo, éste no era el único
problema que aquejaba nuestra nación. Él país vecino del norte, desde sus
inicios como nación independiente se auto designó el único capaz de civilizar
las inmensas tierras del nuevo mundo y de explotar sus recursos. Ya lo
ratificaba la teoría del Destino Manifiesto formulada por O ´Sullivan, para justificar
la anexión de Texas y el avance hacia Nuevo México y California; su misión: imponer a otros países un
mismo sistema político y económico. La geopolítica permitiría que México
estuviera dominado y supeditado por Estados Unidos. Pero ¿qué consecuencias nos traería esta política expansionista
estadounidense?
El país vecino durante todo el
siglo XIX ampliará sus dominios territoriales y, México representa una nueva
conquista, por ello inicia discretas investigaciones para saber cuáles son sus
mejores territorios, se preparan para la compra, para declarar la guerra o la
invasión, sea cual sea la estrategia el fin es el dominio hegemónico. Así ofrece la compra del territorio de Texas, California y Nuevo México
pero ante el rechazo del gobierno mexicano, la mejor escusa es la defensa de
Texas ante su posible independencia y posteriormente tomar el camino de la
guerra. Para justificar la agresión, James Polk ordenó al general Zachary
Taylor provocar un encuentro con los mexicanos a fin de que fueran ellos
quienes rompieran las hostilidades, así responden a la invasión norteamericana
y se inicia una de las guerras más desiguales e injustas que enfrenta México a
mediados del siglo XIX.
El gobierno mexicano contribuyó
para que este fenómeno sucediera. Muchos políticos veían en el sistema
republicano estadounidense un modelo de gobierno nuevo, necesario de imponerse
en México, apoyaron también la colonización de territorio mexicano con pobladores
estadounidenses. Durante la guerra con Estados Unidos, los criollos estaban más
comprometidos en defenderse de los mayas que de los extranjeros. El claro
ejemplo lo vemos en la carta que envían hacendados, comerciantes de Yucatán a
Washington con copias a Madrid y Londres, ofreciéndoles a cambio de su poderosa
y eficaz ayuda en contra de los mayas, el dominio y soberanía absoluta de
Yucatán. La población criolla yucateca recibe con los brazos abiertos a marinos
estadounidenses para protegerlos de los mayas.
Con la derrota de México, Estados
Unidos impondrá severas condiciones que repercutirán gravemente en la
territorialidad del país. Demandaban que
México cediera la mitad de sus territorio, las tierras comprendidas entre el océano
Pacifico hasta Texas, incluyendo Baja California y exigían el derecho de vía marítima
por el Istmo de Tehuantepec. Renuentes a perder el dominio sobre la sociedad mexicana,
los políticos prefirieron ceder la mitad del país, así conservarían Baja
California y mantuvieron la soberanía del Istmo.
Como consecuencia de aquella
guerra el país estuvo a punto de desintegrarse, los estados de la federación amenazaban
con separarse, como lo había hecho Yucatán. Se produjeron múltiples resurrecciones
indígenas en Yucatán, Chiapas y la Huasteca; los cambios de presidentes fueron
tan frecuentes como lo había sido la república centralista. En medio de aquel
caos era imposible que la economía se desarrollara, cada región del país
inclusive cada hacienda agrícola, llegaron a producir apenas lo necesario para
el consumo local, tanto por la baja productividad que no permitía que hubiera
excedentes como por lo rudimentario de los transportes, y las gravosas
alcabalas.
La pérdida de la mitad de México
puso en evidencia la magnitud de la incompetencia criolla. Si los mexicanos no
se sacudían esa torpeza política, corrían el riesgo de desaparecer y ser
devorados por el gigante del norte, o atacado por otras naciones.
En 1853, los conservadores
adquirieron nueva fuerza y propusieron
el retorno al centralismo, recurriendo al caudillo que, aunque desprestigiado
por sus pasados fracasos militares y políticos, todavía era considerado por
ellos como el único capaz de encarnar el papel de dictador que la caótica
situación parecía reclamar: Antonio López de Santa Anna.
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