domingo, 29 de septiembre de 2013






LA INDEPENDENCIA Y SU LEGADO…



El panorama predominante al consumarse la guerra de independencia estaba caracterizado por las fuertes tensiones entre  grupos políticos con distintos proyectos para la nueva nación, tales como el Borbonista, Republicano, Itubirdistas que buscaban imponer la forma de gobierno que mejor les respaldara sus propios intereses. Existía gran desilusión entre las masas trabajadoras y las clases medias porque no se había efectuado transformación alguna, por el contrario se conservaba el mismo status quo de la época. La situación económica era deplorable se mantenían gastos excesivos y medidas económicas equivocadas que los distintos gobiernos conservadores y liberales habían propiciado.

Es notorio que en las décadas siguientes a la lucha armada las elites políticas estarán encaminadas a pelear por la concentración del poder, pero carentes de un verdadero proyecto de nación unificado que pondere el surgimiento de un verdadero Estado Nación democrático. Sí se dará el paso de un régimen monárquico al republicano, pero la acentuada división hará lo imposible para no concretarlo. Claro, existirán algunos logros como la creación de la Constitución de 1824, pero no garantizarán el ejercicio de la solución  a los grandes problemas nacionales. Es natural que en cada época histórica convivan y choquen más de un proyecto de nación y ése ha sido el caso de México, el reto está en unificarlos y anteponer beneficios comunes y no particulares.

El primero se constituyó al finalizar la independencia, que desencadena en disputa entre liberales y conservadores a mediados del siglo XIX dando paso al triunfo de los liberales en el Porfiriato, ponderando la pretensión de modernización del país, destruido por el movimiento popular de 1910.

Posteriormente con la Revolución Mexicana se buscaba equilibrar la modernización material con justicia social, difícil de conseguir. Con Cárdenas se busca mayor peso de las políticas sociales, especialmente la de la Reforma Agraria, expropiación petrolera; una vez agotado este reformismo se privilegió la industrialización basada en una burguesía que explotara un mercado interno protegido, la rectoría económica del Estado encabezada por una presidencia sin límites constitucionales. El acento en la justicia social se difuminó. Con Salinas de Gortari lo ideal era escuchar las señales del mercado, privatizar y abrazar la globalización vía integración económica a E.U. El neoliberalismo democrático encabezado por el PAN, también perdió su parte utópica. La ineficacia de estos proyectos es resultado lógico e inevitable de decisiones políticas que se tomaron hace un buen tiempo. Combinadas con una alta dosis de  irresponsabilidad, incompetencia y corrupción que se manifiestan desde la época colonial.

El contexto descrito anteriormente no dista del panorama que vivimos en el  México de hoy, es una constante presente. Los partidos políticos son organizaciones oligárquicas y no democráticas, organizadores de la clase predominante y articuladora de los intereses de ciertos sectores. El sistema de partidos está hasta cierto punto divorciado con la sociedad pues no la representa. Los poderes facticos están más presentes que nunca. Lorenzo Meyer afirma que vivimos en un estado fallido porque su economía lo es, persiste la falla educativa, la de seguridad, la corrupción y no se ve que los responsables estén a la altura del problema.[1] Como conjunto nacional México no avanza, sólo gira sobre un mismo punto, está estancado.

En el gobierno actual de Peña Nieto se articula una más de las artimañas políticas heredadas de los viejos regímenes. Hoy el supuesto Pacto por México busca integrar y unir a los distintos partidos políticos para crear las supuestas reformas estructurales que el país necesita, todavía está por verse si será así.

Es notable que desde la Consumación de la Independencia prevalece la constante lucha por el dominio político y la imposición de regímenes convenientes para unos cuantos. México ha llegado así a un tiempo donde el poder se ejerce sin proyecto y en la ausencia de éste tenemos un problema mayor.


[1] MEYER LORENZO. Nuestra tragedia persistente. La democracia autoritaria en México. Ed. DEBATE. México. 2013. Pág. 109.

jueves, 26 de septiembre de 2013



INSERCIÓN DE LAS MUJERES EN LA POLITICA DE SIGLO XIX Y XXI
En este escrito me ocuparé brevemente de comparar las posibilidades de inserción en las prácticas políticas de las mujeres de principios del siglo XIX y las actuales; en todo caso también sería oportuno revisar los factores que han limitado esta participación. Debo comentar que al hablar de política y de la incursión de las mujeres en esta, no se debe entender únicamente como el ejercicio de género en el sufragio o la obtención de cargos públicos, sino también como la activa participación en  la toma de decisiones en el ámbito público y de bien común.
El papel que han desempeñado hombres y mujeres en la sociedad a lo largo de la historia y su colaboración en las diversas esferas de la vida nacional, ha estado condicionado por factores sociales y culturales, que han propiciado diferencias en las formas de relacionarse y de participar en los ámbitos familiares, sociales, económicos y políticos, que en ocasiones se traducen en situaciones de inequidad. Nuestro país no es la excepción, hablando específicamente de México, la intervención en la política ha sido históricamente inequitativa, dicho ejercicio ha sido realmente sobredeterminado por factores culturales, privilegiando hegemónicamente a los hombres en este deber. Por ello es pertinente preguntarnos ¿qué factores han permitido que el actuar de las mujeres en la política sea incipiente con relación a la de los hombres? ¿Existen elementos históricos que lo expliquen? ¿Qué antecedentes no permitirían dar cuenta de esta polémica? ¿Qué cambios se han generado actualmente?
Revisando nuestra historia observamos que las diferencias de roles entre hombres y mujeres ha sido siempre muy marcada y diferenciada. Desde la época prehispánica los hombres asumían los cargos públicos, realizaban tareas consideradas no propicias para las mujeres como el ejercicio de la guerra; notamos que existían estereotipos muy acentuados. No se puede negar que la gran herencia de la época colonial sirvió de cimiento para imponer esta premisa a los países dominados, con una determinada forma de pensar, actuar y concebir ideas. Esta etapa es la que permite evidenciar mayores diferencias en la equidad de roles de género, respaldadas primordialmente por una ideología religiosa dominante.
Es aquí  cuando surgen los estereotipos que gobernarían la vida general de la mujer del siglo XVI-XVIII, y más tarde en el siglo XIX, entre los que se encuentran: la sumisión absoluta al hombre, la predestinación al matrimonio, la permanencia en el hogar, el cuidado de los hijos, la conservación del recato y la virginidad, entre otros. Éstos eran aspectos importantes de la moral cristiana que deberían ser practicados por todas las esferas sociales. Nos damos cuenta que prevalecía también la concepción aristotélica[1] donde se percibe a la mujer como un ser incompleto y por lo tanto incapaz. Esta noción fue dominante durante siglos; de hecho permeó el pensamiento político y filosófico, así como las instituciones jurídicas.
A principios del siglo XIX en las clases altas se pensó que las mujeres deberían ser preparadas intelectualmente a fin de que instilaran en la nueva generación el patriotismo, la ética laboral y la fe de progreso.[2] Serían las encargadas de educar correctamente a los nuevos ciudadanos.
Aunque en teoría esta era la concepción y función, no implicaba la sumisión  de ellas en su totalidad[3], pues existieron mujeres inteligentes, intelectuales, que fueron fundamentales en la organización de procesos políticos, económicos y sociales, es innegable este hecho, pero no era común.
En la  independencia no podían faltar las mujeres dispuestas a participar aún cuando sus estrechas condiciones se los impedían. El sometimiento a que estaban sujetas por la religión, la familia y la sociedad no fueron obstáculos para que realizaran tareas de espías, informantes, combatientes en los ejércitos, proveedoras de recursos monetarios y materiales, conspiradoras y propagandistas de las ideas libertarias.[4] Conocemos el caso de Josefa Ortiz de Domínguez, Leona Vicario que no solo fueron observadoras de un suceso importante sino partícipes, pensemos en muchas otras que no figuran en libros ni en la historia, pues ellas no podían ser protagonistas.
Aunque no es de extrañarse que otras mujeres leyeran y discutieran asuntos públicos o políticos, pero el hecho de que participaran activamente en cargos gubernamentales, que emitieran su voto, que manifestaran públicamente su forma de pensar era imposible.
La mujer del siglo XIX a pesar de haber vivido un cambio en las estructuras políticas, ideológicas, económicas y sociales, no vivió un cambio en el ámbito personal, pues sus sentimientos, pensamientos y opiniones quedaron callados y omitidos por la mayoría de los hombres y de la sociedad de dicho siglo. Su participación política en comparación con la de los hombres es escaza. No figuran en los puestos públicos.  Aunque a nivel mundial es precisamente a finales del siglo XIX que surgen luchas y movimientos a favor del sufragio de las mujeres, obteniendo grandes resultados durante el siglo XX.
La trayectoria a seguir de la mujer desde la segunda mitad del siglo XX a nuestros días has sido la de incorporarse día a día en mayor proporción al mercado de trabajo y la de adquirir los mismo derechos que los hombres, sin embargo es notorio que se sigan presentado algunos obstáculos para el desarrollo laboral y social de la mujer.
Con el paso de los años,  los roles femeninos y masculinos se ha modificado, los trabajos que antiguamente eran propios y representativos de cada sexo, hoy en día se comparten como el trabajo domestico, el empleo informal. Este continuo cambio se debe específicamente a las luchas en derechos humanos que las mujeres han emprendido, en ocasiones a la carencia de recursos que hacen indispensable su inserción en el mercado laboral. En México también se ha dicho que son varias las causas que incentivan a las mujeres a trabajar, como el de la remuneración económica, la realización personal y el complemento de ingreso; la elevación de los niveles educativos de las mujeres ha sido preponderante para que ellas figuren no solo en el ámbito laboral, sino el político.
En estas últimas décadas la participación de las mujeres en la política es notoria, pero no por ello equitativa, han sido incorporadas a esta esfera paulatinamente. En comparación con las mujeres del siglo XIX, ahora figuran como representantes de partidos políticos, tienen cargos públicos, participan en diversas organizaciones políticas no gubernamentales y proactivas, existe una mayor inserción de ellas en la vida pública aunque no el misma proporción que los hombres.
Según Alicia Girón esto se debe a que algunos partidos de izquierda han reconocido las luchas femeninas  y la incorporación de estas en los cargos de elección popular. A partir del año 2007 se obligó a los partidos políticos a incorporar en sus planillas por lo menos el 30% de participación femenina. Surgieron también peticiones de algunos organismos internacionales a los países Latinos, donde se planteaban ponderar la acción de las mujeres en la política.[5]
Fue a partir de la década de los 80, cuando varias mujeres se incorporan a los puestos considerados importantes de la política formal, y se colocan en altos niveles del Gobierno Federal (Farías 1988). Según la información recopilada la presencia de mujeres en la administración pública en el período 1980-1992, representó un 6% de participación femenina –de 7.655 puestos, 466 fueron ocupados por mujeres-. Respecto a las dependencias con más proporción de mujeres, éstas son la Secretaría de Programación y Presupuesto (l4%), la de Educación Pública (12.9%) y la de Pesca (1 0.3%). [6]

Actualmente la Cámara de Diputados tiene solo el 23.2% de representación femenina y en el Senado de 18.8%. [7] En general la participación de ellas como servidoras públicas y cargos en la administración es baja, manteniéndose más o menos estable en los últimos años. Lo anterior hace referencia a la cuestión de los cargos públicos. Pero existe un sinfín de organizaciones no gubernamentales (ONG) donde militan, dirigen, actúan mujeres de los diferentes estratos sociales; cargos que hace dos siglos eran impensables.

Se ha fomentado el cambio ideológico en muchos sectores respecto a la función de ser mujer,  hemos podido figurar en muchos ámbitos, pero seguimos arrastrando culturalmente el rol primordial de ser madres, amas de casa, etc. Todavía queda mucho por hacer, en gran parte del país las mujeres carecen de medios que les permitan explorar su participación en otros ámbitos, no reciben educación, su vida es precaria lo que dificulta esa posibilidad. Si bien logramos observar un notable avance en la inserción de las mujeres en la política, la creación de un marco legal para que ello suceda, todavía México tiene un alto índice de discriminación hacia las mujeres, por lo que la tarea para las actuales protagonistas legisladoras es ardua y requiere de solidaridad de las demás para implementar iniciativas.

La esencia misma de la democracia es la participación de la ciudadanía en las diversas tareas políticas, culturales y cívicas; y entre más incluyente y entusiasta sea es participación, mayor solidez tendrá un sistema basado en la apertura y el diálogo. Recoger las demandas de mujeres y hombres por igual, atender sus necesidades y garantizarles espacios de interlocución, debate y toma de decisiones es una aspiración de los regímenes democráticos y un reflejo de su madurez.


FUENTES DE INFORMACIÓN

·         Entrevista a la Dra. Pilar Gonzalvo, mujeres en la independencia de México. Http:/ Orígenes de la República.
·         FRANCO, JEAN. Las conspiradoras. La presentación de la mujer en México. Ed. FCE. México, 1994.
·         GAARDER, JOSTEIN. Historia de la filosofía. Ed. Patria 1994.
·         GIRÓN ALICIA, GONZALEZ MARÍN MARÍA LUISA, JIMENEZ, ANA VITORIA. Breve historia de la participación política de las mujeres en México.




[1] GAARDER, JOSTEIN. Mundo de Sofía. Historia de la filosofía. Ed. Patria 1994. Pág. 130
[2] FRANCO, JEAN. Las conspiradoras. La presentación de la mujer en México. Ed. FCE. México, 1994. Pág. 116.
[3] Tomado de la entrevista a la Dra. Pilar Gonzalvo, mujeres en la independencia de México. Http:/ Orígenes de la República.
[4] GIRÓN ALICIA, GONZALEZ MARÍN MARÍA LUISA, JIMENEZ, ANA VITORIA. Breve historia de la participación política de las mujeres en México. Pág. 50

[5] GIRÓN ALICIA, GONZALEZ MARÍN MARÍA LUISA, JIMENEZ, ANA VITORIA. Breve historia de la participación política de las mujeres en México. Pág. 53
[6] Ídem; pág. 58.

sábado, 21 de septiembre de 2013



INDEPENDENCIA DE MÉXICO
CUADRO COMPARATIVO SOBRE PERSONAJES INSURGENTES


JUCHITECO JOSÉ GREGORIO MELÉNDEZ
CURA MARCOS CASTELLANOS
     

DATOS BIOGRÁFICOS




Indígena de origen zapoteco. Le apodaban “Che Gorio Meléndez”, pues en su lengua a los que llevan por nombre José se les llama “Che” y el diminutivo de Gregorio es “Gorio”. Nace en la Villa de San Gregorio Magno el 12 de marzo de 1793,  en el Rancho la Palma a pocos kilómetros de la Cd. Juchitán de Zaragoza, Oaxaca. Era de estatura mediana, moreno, de frente amplia y pómulos pronunciados, de ojos investigadores, porte gallardo y habla animada.
Cura insurgente de la ribera del Lago de Chapala.  Marcos Victoriano Castellanos Mendoza, nació en La Palma, Michoacán, jurisdicción de Sahuayo, el 4 de marzo de 1747 y dejó de existir el 7 de febrero de 1826, dos años después de consumada la Independencia de México.
Fue jefe de los Insurgentes de Mezcala, considerado como el personaje más importante del occidente del país en el movimiento de Independencia. Ingresa al Seminario Conciliar dónde conoce a Hidalgo, Morelos y Matamoros. Fue vicario de la Villa de San Felipe intendencia de Guanajuato.



REGIÓN Y PERIODO DE LUCHA
La participación de Che Gorio Meléndez en la Independencia se sitúa geográficamente en el sur de la Nueva España  específicamente en el istmo de Tehuantepec, en las localidades de Ixtaltepec, Tehuantepec, Juchitán, Niltepec, pertenecientes al Departamento de Tehuantepec, Oaxaca  y en Tonalá, Chiapas territorio cercano a la Capitanía de Guatemala.
Marcos Castellanos combatirá en el Bajío específicamente en las Lagunas de Mezcala en los alrededores del Lago de Chapala entre 1810-1811.

CONTEXTO EN EL QUE LUCHAN
En la época prehispánica los indígenas zapotecos poseían en propiedad comunal amplios terrenos a orillas del mar (Las Salinas, en el pacifico) de donde extraían grandes cantidades de sal para su comercialización. Durante la colonia estas tierras pasan a manos de conquistadores y de la Corona española, específicamente a Hernán Cortés. Los zapotecos nunca lo reconocieron.
Vivió en el Bajío, zona en la que el movimiento de independencia tuvo mayor presencia. Al igual que Che Gorio Meléndez presenciaba el despojo de tierras de los indígenas y la explotación laborar de las castas.  Las continuas salidas de don Marcos hacia los pueblos hicieron que su feligresía le tomara un especial afecto, conocedor de sus tierras, sus problemas de  litigios, era considerado por todos como un testigo de calidad moral”.


OBJETIVOS/DEMANDAS
Restitución de los bienes comunales y las salinas costeras arrebatados a los juchitecos por parte de los peninsulares.
No aceptan la concesión del monopolio de explotación de sus salinas a un particular, ni la centralización de las rentas.
Independizarse de Oaxaca para no perder sus tierras y las salinas.

Siendo cura interino en la parroquia de su natal pueblo, don Marcos empezó, quizás a romper los esquemas de sus antecesores, pues se preocupó por las demandas de litigio de los indios sahuayenses que poco a poco perdían sus tierras ante los embates de los hacendados guaracheños, don Marcos fue un mediador que hizo que las comunidades indígenas de su parroquia gozaran de tranquilidad y litigios con sus vecinos.